Un intento de Pinocho
Como
quien pide algo simple, sencillo, al profesor Wilson Gómez se le ocurrió poner un trabajo un tanto curioso y
particular, argumentando que la seriedad de nosotros era desbordante, luego nos
dijo exactamente cuál sería el trabajo: una marioneta , en ese momento solo
pensé que este profesor no tenía nada más que hacer sino aumentar el número de trabajos, sin embargo la idea no pintaba tan
mal, teniendo en cuenta que desde hace tiempo no realizaba algún trabajo manual
que implicara untarse de pintura, de pegante, recortar, coser, todas aquellas
actividades que se dejan de lado , debido al paso del tiempo, con la edad las
prioridades adquieren un tono de seriedad, las responsabilidades se multiplican
y la conducta de las personas cambia
radicalmente, ¿ jugar?, sí, esa era precisamente la idea de realizar una
marioneta , encontrar en esta actividad un espacio para divertirse construyendo,
además de esforzarse porque aquella marioneta quedara medianamente agradable a la vista, así que el
trabajo era por partida doble.
Después
de darle tantas vueltas al asunto, pensé en hacer un pinocho, pero no tenía la
menor idea de cómo lo haría, entonces decidí investigar, en internet, busqué un
tutorial donde se pudiera ver paso a
paso cómo hacer una marioneta con hilos, y allí estaba el dichoso video, perfecto,
para lo que deseaba hacer explicaba cómo construir el esqueleto base, después
de verlo, busqué los materiales necesarios : palos de balso, tachuelas, un
plástico para hacer los refuerzos y pegar las partes de la marioneta, además de
unas arandelas, pero me hacía falta un trozo de madera, más ancho para el
rostro, era domingo de resurrección y las posibilidades de encontrar una
carpintería abierta en realidad era nula, no obstante como había pedido ayuda a
mi hermano para cortar palos, él se ofreció ir a caminar por los lados donde estaba ubicada una
carpintera, considerando que botan de vez en cuando pedazos de madera que ya
no les sirven, así fue encontramos el trozo de madera que hacía falta ,
regresamos a casa con toda la disposición de hacer un súper pinocho, mi hermano
se encargó de ayudarme a cortar los palos, y modelar la cara, que fue la tarea más
difícil, requirió de una gran fuerza
además de un buen uso de la segueta.
Luego
de tener lo palos cortados unimos las extremidades con las tachuelas y
los plásticos, a propósito de esos plásticos, vale la pena hacer una
aclaración: tuve que dañar una hermosa pelota verde que tenía unos ojos
pintados porque no encontré el material que recomendaba el tutorial, luego de tener
armado el esqueleto, había llegado la
noche del domingo y empecé a coserle el pantalón, mi madre lo dibujó en un pedazo de tela, por mi parte
tuve que recortarlo, además de coserlo, el trabajo de ese día lo pausé, porque tenía que ir al otro día a
la universidad, en ese momento cría que el día de entrega de la marioneta era el jueves, por
esa razón me tomé todo el tiempo del mundo para diseñar cuidadosamente la
camisa, las tirantas, el corbatín, pintarle los zapatitos, además de buscar una
cara para pinocho, sin embargo mis
compañeros de clase muy responsables, llevaron sus marionetas el martes , en realidad me llevé una grata
sorpresa, llegar al salón y encontrarlos jugando, el entusiasmo que se
reflejaba en sus rostros fue un choque que me llevé, teniendo en
cuenta que a veces se trae consigo cargas fuertes de tristeza encontrarme con ellos inundados de alegría ,
haciendo bailar sus marionetas fue agradable, entretenidos algunos arreglaban los
últimos detalles, otros las hacían
bailar , otros parecían disfrutar tan solo con observar aquella escena, entre
estos me incluyo , cada persona disfruta a su manera, y aunque mi
marioneta no hacia parte de aquella
reunión, pude llegar a sentir la verdadera esencia de aquella actividad, de eso
que en algún momento había hablado el profesor, jugar, regresar unos cuantos
años atrás en donde se tenía las ilusiones frescas, aquellos tiempos en el que el simple hecho de ser
niño resultaba toda una aventura.
Por
mi parte seguí terminando mi marioneta, a mi pinocho aún le faltaban ciertas
cosas, esos detalles que hacen que las cosas se vean más hermosas, terminé mi
marioneta cuando pude ponerle los hilos, todo estaba listo para al día
siguiente mostrarla a quienes estuvieran en clase de diez de la mañana, antes
de las ocho de la mañana tuve la oportunidad de mostrar mi pinocho a mis compañeras, y ponerlo a bailar un rato,
después al profe, luego a un amigo que si supo hacerlo mover con sabor, mis compañeros no se
alcanzaban a imaginar el trabajo que hubo detrás de la marioneta que
veían, es que hacerla no fue tan
sencillo debido a que tuve que descoser
en varias ocasiones los pantalones para arreglarle uno de los refuerzos de las
piernas, en un momento sentí que me mi paciencia llegaba a su límite, la pierna se caía a cada rato, hasta que por fin logré asegurarla.
Personalmente fue una gran aventura, además considero que esta actividad no fue
un trabajo , ni una carga académica sino un espacio para
disfrutar creando, la marioneta fue solo
un pretexto para propiciar un
reencuentro con el juego, con los materiales, también fue un espacio para reflexionar acerca de la implementación del juego dentro del aula de clases como una herramienta importante en el proceso de aprendizaje.