sábado, 31 de agosto de 2013

miércoles, 7 de agosto de 2013

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lunes, 5 de agosto de 2013

Fotografías Objetos

























Un día Laboralmente Perfumado - Crónica



Perfumes hay de distintas clases, florales, frutales, cítricos, amaderados  y así podría continuar, eso lo supe al iniciar un empleo en el centro de Bucaramanga hace  exactamente dos meses, mi primera vez como vendedora en el centro de Bucaramanga. New one es el nombre de la perfumería, sí  es apenas normal que en  Colombia  la mayor parte del comercio utilice nombres en inglés para sus establecimientos teniendo en cuenta que carecemos de una identidad propia.
Está ubicada en la calle 33 con carrera 20, lugar reconocido no solo por su peligrosidad sino
porque allí transitan constantemente trabajadoras sexuales, sin embargo eso poco importa cuando se trata de trabajar, ganar algo de dinero para para los transportes, fotocopias y así poder seguir yendo a la universidad. Mi  jornada laboral solo abarca  los fines de semana y festivos;  de nueve a dos de la tarde  la tarea es  vender perfumes, recomendarlos por su tipo. Lo primero que me dijeron es que  a los viejitos les gusta oler bastante y fuerte, entonces  para estos los amaderados y cítricos serían lo más indicados; para los más jóvenes los frescos, tener en cuenta estas sugerencias  y aprenderme los precios fue la primera tarea para iniciar mi labor.
Mi primer domingo en la perfumería estuvo lleno de  cosas curiosas, esperar a que llegará mi compañera para que me entregara las llaves del local provocó una situación  entre bochornosa y cómica  ,  al lado del hotel Real la 33 esperaba yo de pie, faltaba un cuarto de hora  para las nueve y mi amiga nada que asomaba su rostro, mientras tanto impaciente me quedé en aquel sitio, sola, miraba transitar hombres, y mujeres  mientras tanto pensaba en lo tarde que se estaba haciendo, y que al registrar la base de la caja la hora también quedaría grabada, seguramente la dueña del local se daría cuenta, mal comienzo, en mi primer día.
Perdida en mi cavilaciones  transcurrían aquellos minutos que se tornaban eternos, hasta que me percaté que los hombres que  pasaban por la calle se quedaban mirándome de reojo, y poco a poco su ritmo al caminar parecía vacilar, aún no entendía el porqué de esa actitud, pasaron unos tres hombres más  y todos tenían la misma expresión de inquietud en su mirar, hasta que uno, el más osado se atrevió a preguntarme ¿para dónde vamos muñeca? En realidad no supe que decir, lo único que hice fue soltar una carcajada y decirle al señor que yo trabajaba en la perfumería del frente, él de manera muy disimulada sacó su celular miró la hora y con un gesto de vergüenza continuó su camino rápidamente, ahí supe que quizá aquellas miradas de los hombres habrían sido porque creyeron que yo pertenecía al  famoso gremio de las trabajadoras sexuales de aquel lugar.
Mi compañera llegó por fin, yo aún no paraba de reírme, le comenté lo ocurrido, ella quizá acostumbrada a las cosas más extrañas del mundo;  solo me dijo: véalo por el lado amable, si algún día decide ser una chica de la vida alegra, seguramente, tendrá clientes fijos, pensé por un instante, y continué riendo;  crucé  la calle, abrí  el local, registré la base  y efectivamente: nueve y veinte de la mañana.
Limpiar el polvo, trapear, encender luces, eso fue lo primero que hice,  para que todo estuviera agradable a la vista del cliente, además puse  algo de música.  Mi primer cliente fue un señor muy cordial, entrado en años, a quien le vendí un perfume que se llama Hugo Boss, encantado por mi amabilidad estrechó mi mano y dijo que regresaría.  Así transcurrieron dos horas, alguna mujer apareció buscando el perfume más dulce que tuviera, otra señora buscando un  perfume para su mamá, y así entre pequeñas y esporádicas ventas el reloj anunciaba las once y media. Cesaron las ventas y tuve tiempo para leer la novela  Travesuras de la niña mala de Llosa, estaba encantada con  las picardías que esta mujer le hace al personaje principal, hasta que un hombre con una botella de cerveza en la  mano interrumpió mi lectura.
-¿señorita, tiene la 300?, ese fue el saludo, al cual yo respondí: no señor, no tengo esa fragancia.
 Inmediatamente apareció una mujer en el mismo estado o quizá peor. Este par de  ebrios  preguntaban por otros perfumes  y sin más remedio tuve que atenderlos,  hasta que por fin a   Chorizo, como lo llamaba la mujer que lo acompañaba, le gustó uno.
Me dijo -  véndame ese.
Pero  aquella mujer gritó: no, no, no, ¿Ud. disculpará niña, si traigo otros para que huelan? , sale del local y llama a otros tres borrachos más.
En mi mente solo, pensaba, ¿qué circo me ha tocado?
Pero los otros, se quedaron afuera  y chorizo salió  y dio a oler de su mano el perfume que a él le había gustado. Al final terminó comprando el más pequeño por consiguiente el más barato. No veía la hora en que estos sujetos se fueran, durante los minutos que estuvieron frente a mí, me dediqué a sonreír, en realidad no dije mayor cosa  ni siquiera  cuando el atrevido Chorizo me preguntó, ¿qué tengo que hacer señorita, para que tener una cita con Ud.? Me dio el dinero, y al salir estrelló la botella contra una de las vitrinas, en ese momento creí que la había partido, pero en realidad me asomé y lo único que había era un charco de cerveza light en el piso, el cual tuve que limpiar.
Hasta ese momento, mi primer día estuvo lleno emociones extrañas, en definitiva lidiar con clientes no es un asunto sencillo, ese primer domingo aprendí que para vender  perfumes se necesita más que saber si son frutales, florales o cítricos se necesita   tener mucha paciencia  y más con mi último cliente del día.
A eso de la una y media de la tarde había vendido bastante,  sentada en la pequeña butaca esperaba que el reloj marcara las dos de la tarde , la afluencia de personas había disminuido,  y yo por fin podía continuar mi lectura, la niña mala abandonaba por segunda vez a Ricardito Somocurcio después de una semana de desenfreno sexual en Paris , allí iba,  y de nuevo soy interrumpida por un señor, salvo que esta vez no traía botellas de cerveza sino bolsas muchas bolsas. Empezó a pedirme perfumes y ninguno le gustaba, yo subía y bajaba de la  butaca alcanzando los distintos aromas, al señor parecía interesarle más mi delgadez que comprar un perfume.
A continuación contaré lo más estúpido y ridículo que escuché ese domingo: “Mi talla de zapato es 45, en la costa dicen que así como uno tenga el tamaño del pie tiene el tamaño de la mondá”, con esa expresión el último cliente de la perfumería me despidió de mi primer día laboral en el centro de Bucaramanga. Dos y media de la tarde, empaco mi libro en el bolso y me dispongo a cerrar el local sin dejar de pensar que este día no será el último  en el cual tenga que vivir cosas por el estilo, más curiosidades vendrán para animar y desanimar los fines de semana.



Bruna Peña